La Luna ha nutrido el imaginario del Hombre desde de los Orígenes. Su forma luminosa, cambiante e inequívoca, nos asegura que fue de los primeros astros identificados en el cielo, convirtiéndose en arquetipo predilecto de muchas Culturas y Credos. El estudio sistemático de su paso por el firmamento, revela ciclos de 28 días, divididos en cuatro fases, que se distinguen por la intensidad y plenitud del círculo lunar. Mas, sobre esta obvia alternancia, su movimiento esconde una sutileza que escapa al observador ocasional: la Luna parece relentecerse y apresurar su paso en ciertas regiones celestes que se escurren con el pasar de los días. Dos puntos móviles del firmamento describen este segundo ciclo lunar: el perigeo de la Luna, donde la luminaria se apresura a seguir su camino y el apogeo, o Luna Negra, donde enllentece su marcha.
El hecho histórico de que el apogeo de la Luna fuera llamado por los antiguos Luna Negra, recuerda que tal vez era considerado por muchos un cuerpo celeste oscuro, invisible desde la Tierra y responsable del extraño movimiento de la Luna visible.

Este efecto, visto desde la Tierra, pudo inducir a los antiguos astrónomos a pensar que el arquetipo lunar sufría dos transmutaciones sobrepuestas a lo largo de su recorrido celeste. La primera visible, asociada a las fases lunares, y la otra invisible, asociada a la Luna Negra.

La sucesión de las fases de la Luna evoca el desenvolvimiento arquetípico de la Vida. Partiendo de la oscuridad (Luna Nueva), nace y comienza su crecimiento indetenible (Cuarto Creciente) hasta alcanzar su madurez (Luna Llena), seguida del decline y la vejez (Cuarto Menguante) que conduce a la Muerte transitoria y al renacimiento Eterno (Luna Nueva, a propósito de este asunto el lector puede encontrar artículos muy completos en Biblioteca Azoth y en Circulo Azoth) . Esta obvia analogía permitió reconocer en la Luna la fuerza arquetípica de la Fertilidad y de la Abundancia de los dones de la Tierra.

Por ejemplo, es creencia común entre los campesinos de mi tierra de origen (Mexico) que las nuevas cosechas deben ser plantadas durante el Cuarto Creciente para garantizar su éxito, mientras aseguran que el momento propicio para talar los árboles maderables es el Cuarto Menguante, de otro modo la madera seguramente sufriría el ataque de los insectos. Los pescadores, en cambio, sostienen que en las noches de Luna Llena los peces duermen, mientras que la penumbra de la Luna Nueva garantiza una pesca abundante. Estos “mitos” nacidos de la experiencia repetida y acumulada de la gente simple, contienen la sabiduría innegable de la observación, que nunca será superada por la agudeza del pensamiento filosófico abstracto. Las experiencias sencillas y abundantes son alimento y sostén de la especulación filosófica y por tanto deben ser consideradas el verdadero origen de las interpretaciones arquetípicas de la fuerza lunar.

Conjuntamente con la sucesión de las fases lunares, el paso de la Luna por su apogeo, que en lenguaje astrológico equivale a decir su contacto con la Luna Negra, matiza de forma sutil la energía lunar. Para entender más claramente la naturaleza de este contacto y su interacción con las fases lunares convendría comentar las causas astronómicas de ambos ciclos.

La luminosidad del disco lunar proviene del reflejo de la luz del Sol. Cuando la Luna muestra completamente hacia la Tierra la mitad de su superficie iluminada por los rayos solares, el círculo lunar es completo y vemos la Luna Llena. Por tanto, hablando en lenguaje astrológico, el plenilunio ocurre en la oposición de la Luna al Sol. Traduciendo esto a la jerga común, cuando vemos la Luna Llena significa que la Tierra se encuentra entre el Sol y la Luna, y que esta última, por tanto, muestra la mitad de su superficie iluminada. Contrariamente, cuando es Luna Nueva, el Sol y la Luna están conjuntos, marchan juntos en el firmamento, y por tanto la Luna nos muestra su cara oscura, que generalmente no es visible a simple vista. Visto de este modo, las fases lunares tienen su origen en la posición relativa del Sol y la Luna respecto a la Tierra. Como el movimiento de la Luna alrededor de la Tierra es mucho más rápido que la traslación de la Tierra en torno al Sol, cada 28 días la Luna completa el círculo pasando por todas las posiciones relativas respecto al Sol, que equivale a decir, transitando por sus cuatro fases.

Las fases de la Luna, además de la interpretación arquetípica obvia que emana de la analogía con los ciclos vitales, tienen una connotación psicológica fuertemente ligada al Sol. Siendo la Luna la representación de la mente emocional, del principio receptivo y fértil de la naturaleza, sus fases reflejan la interacción con el principio solar, con las partes más sublimadas del Yo. Las fases de la Luna representan diferentes grados de polarización de nuestro microcosmos psicológico. La Luna Nueva, o conjunción Sol-Luna, refleja la cooperación de los dos polos dentro de nuestra psique: nuestro Ser Emocional y nuestro Ser Abstracto se interfieren constructivamente. La Luna Llena, u oposición Sol-Luna, indica la lucha entre estos polos por la supremacía del Yo: nuestra mente Emocional y nuestro Yo Superior tiran en direcciones opuestas. Es curioso que este enfrentamiento se vea reforzado por el hecho de que la Luna Llena es el momento de máxima luminosidad del disco lunar, que envía toda su luz hacia la Tierra en un intento desesperado por brillar tanto como el Sol. Por tanto, las lunaciones son el termómetro de los conflictos emocionales de nuestra mente y la región celeste donde ocurren nos revela indicios sobre la naturaleza y dirección del enfrentamiento siempre fértil entre las polaridades que componen nuestro Ser.

En su movimiento alrededor de la Tierra, la Luna describe una trayectoria elíptica. Por esta razón, su velocidad de traslación no es constante. Lo mismo que una piedra lanzada hacia lo alto, cuando la Luna alcanza el punto de su trayectoria más alejado de la Tierra (apogeo) disminuye su velocidad, mientras que en el punto más cercano (perigeo), acelera su paso. (En la siguiente imagen se observa la diferencia de tamaño del disco lunar en su perigeo, izquierda, y en su apogeo, derecha).

En otras palabras, cuando la Luna está en su apogeo y se aleja de la Tierra, emplea parte de la energía de su movimiento en vencer la atracción gravitacional y disminuye su velocidad. En cambio, a medida que se acerca al perigeo, recupera velocidad gracias a la fuerza de gravitación. Hablando metafóricamente, la Luna se lanza hacia el vacío cada vez que se aproxima al apogeo y cae nuevamente hacia el perigeo, cuando su intento de fuga es vencido por la gravedad terrestre. Visto de este modo, el significado arquetípico de la Luna Negra, o apogeo de la Luna Visible, puede ser asociado a la negación del principio lunar pasivo, al deseo de liberación de los condicionamientos emocionales, mientras que el perigeo, es la entrega a su naturaleza posesiva y maternal.

El contacto de la Luna con su perigeo representa el arquetipo de la madraza, una madre capaz de todo por defender su cría. Esta imagen evoca de nuestra mente subconsciente nuestras carencias afectivas, sublimándolas en un sentimiento de admiración. Nuestro deseo perenne de ser protegidos edulcora la visión de una “buena madre”, mezclándola con la nostalgia de la primera infancia y con las experiencias prenatales olvidadas, pero no perdidas. Al acercamos a la Luna en su perigeo, nos sentimos protegidos en un vientre infinito, cálido y amoroso. Estamos a salvo del mundo, pero estamos prisioneros. No podemos ir sino donde nos lleva nuestra madre, no podemos comer sino lo que ella come y no podemos respirar si ella no respira. Esta es la doble trampa del arquetipo lunar.

La madraza hace de todo por proteger a su hijo, incluso por protegerlo de sí mismo. Una madre aprensiva toma decisiones por nosotros, nos fuerza a hacer “lo que es mejor”, y nos “protege” hasta las últimas consecuencias. Gran parte de la Vida es riesgo y aventura, pero una madraza nunca nos dejará arriesgarnos, por que no sabe hacer otra cosa que protegernos. De esta suerte, el arquetipo de la Luna en su perigeo es frustrante y sobreprotector. A nivel psicológico, representa el reforzamiento de nuestra mente emocional, que no se arriesga a vivir plenamente, temerosa del sufrimiento.

Por otro lado, cuando la fuerza receptiva de la Luna se lanza hacia el vacío, hacia el contacto con la Luna Negra, adquiere independencia, soltura, desapego, pero el “pecado” de traicionar su naturaleza maternal y aprensiva va acompañado de los “castigos” de la soledad, de la incomprensión, de la infertilidad. Y estos “castigos” engendran los “vicios” de la venganza, de la crueldad, de la indolencia, de la premeditación, de la frialdad. “Pecado”, “castigo” y “vicio” son la trinidad del moralismo humano, y el arquetipo de la Luna Negra, pasado por ese tamiz de intolerancia, nos conduce al rechazo. Pero la naturaleza de la Luna Negra transciende la moral. Y aunque reneguemos de ella, la seducción del “pecado” es más fuerte que la persuasión de la razón.

Movidos por la fuerza de la Luna Negra, saltamos al vacío de nuestros deseos reprimidos, buscando escapar del yugo de las emociones, que estrangula gran parte de nuestros sueños. La Fantasía es nuestro alivio y el universo onírico es el abismo sin fondo donde nos dejamos caer cada noche, con la esperanza de encontrar entre las grietas de sus muros la fruta espinosa y dulce del Placer.

La identificación de la Luna Negra con nuestras propias experiencias renegadas es el alimento de nuestro rechazo y de nuestra intolerancia. De todas, esta es la revelación más valiosa que la Luna Negra da al hombre: “pecado”, “castigo” y “vicio” son tres y a la vez son uno. Mientras exista uno, existirán los tres.

Los ejes de la elipse que forma la Luna en torno a la tierra giran lentamente, haciendo que su apogeo y su epigeo se escurran por el firmamento. De este modo, la Luna negra y su antítesis, viajan a través del Zodiaco, cargando su significado arquetípico con la energía de cada signo e interactuando con las fases lunares. Las posibilidades de estas combinaciones son muy numerosas y no bastaría un simple escrito para agotarlas todas. A modo de ejemplo, podemos analizar algunas configuraciones interesantes. Estos análisis no deben ser tomados literalmente, pues en algunos casos la evidencia práctica es escasa. Tienen el único propósito de despertar el interés y motivar la búsqueda personal de los propios significados arquetípicos.

Conjunción Sol – Luna Negra en oposición a la Luna

La conjunción del Sol con la Luna Negra, astronómicamente significa que la elipse de la trayectoria de la Luna está orientada hacia el Sol. El punto de escape y evasión de la fuerza lunar se identifica con el Yo Superior, la Luna Negra en este caso no salta hacia el vacío ciega y caprichosamente. Escapa de los condicionamientos y del convencionalismo para cumplir sus designios, para alcanzar su propósito existencial. Pero si esa configuración coincide con la Luna Llena, que astrológicamente equivale a decir “conjunción Sol-Luna Negra” opuesta a la Luna, nos indica que nuestra mente emocional, nuestra madre simbólica (o incluso literal), se opone a la aventura de nuestra Vida y trata de protegernos, atrayendo nuestra atención hacia el sentimentalismo y la aprensión. Esta configuración puede ser particularmente amplificada por el signo del zodiaco donde ocurre la lunación. Si ocurriera en Tauro o en Cáncer, la persuasión, la sensualidad y el amor serán las armas que usará la Luna para aferrarnos, en cambio, si la Luna transitase por Capricornio o Escorpio, la fuerza lunar se expresará mediante la imposición, la represión, el control emocional y por último la violencia.

Conjunción Luna – Luna Negra en oposición al Sol

La conjunción de la Luna con la Luna Negra, habla ya de una mente emocional (o madre simbólica) evasiva y renuente, inestable, neurótica, rebelde e incomprendida. Si esta configuración se presentase acompañada del plenilunio (oposición al Sol), entonces esta rebeldía se diluirá en una marea de emociones contrapuestas e incontrolables, debilitando la psique e incluso el cuerpo. Todas las conductas autodestructivas son imágenes representativas de esta configuración. La contraposición entre Yo Superior y la mente emocional encuentra aquí su clímax, pero la fuerza de la Luna es inestable, y aun que intente escapar de la gravedad terrestre, cae nuevamente. Por ello, la rebeldía de una Luna Negra opuesta al Sol conduce a la confusión y al sufrimiento. Si la lunación ocurriese en el signo de Escorpio haría pensar en la Neurosis y la Depresión, en cambio si la Luna transitase por Capricornio evocaría la Anorexia o la Abulimina.

Conjunción Sol – Luna en oposición a la Luna Negra

En esta configuración (a menos que coincida con un eclipse) el Yo superior encuentra el modo de expresarse incluso a través de las mareas de emociones. La oposición de la Luna Nueva a la Luna Negra nos habla del sometimiento del mundo emotivo a la voluntad propia o a los condicionamientos externos. Con esta configuración siempre habrá algo más importante que las emociones. Si la lunación ocurriese en Sagitario, las emociones serían sacrificadas por fines nobles o idealistas. Si ocurriera en Virgo, o Géminis el “resto del mundo” censuraría nuestras emociones, y si, en cambio, ocurriera en Capricornio, o en Escorpio la causa de esta anulación emotiva estaría en nosotros mismos. Si la Luna transitase por el signo de Cáncer, posiblemente sería el ambiente familiar la causa de nuestro bloqueo emotivo.

Terminado de transcribir en la ciudad italiana de Pavia, el día 7 de agosto de 2007 a las 14:58 horas. Cuando la cola del dragón tocaba el Cenit y el Sol calentaba el aire estivo desde su domicilio celeste.