PINTORES DE LA NUEVA ESPAÑA
Posted by Eloy Santos on Monday, February 9, 2009

Cuando nuestro país aún no era independiente y se llamaba Nueva España, la expresión artística estaba al servicio de la corona española y de la Iglesia católica, bajo el control de los peninsulares y los criollos. Con la pintura española siempre como referente, a los artistas novohispanos les correspondió la difícil tarea de plasmar las emociones de una sociedad en discrepancia y fusionarla a través de su mano y su pincel.Gracias al magnífico desarrollo del arte europeo, el Nuevo Mundo gozó de inspiración y se le convidó de las delicias estilísticas que se hallaban del otro lado del Atlántico.
Dedicados
principalmente a la pintura sobre madera, lienzo o lámina de cobre, los
artistas plásticos de la Nueva España en los siglos XVI y XVII eran
manieristas (1) —al menos hasta mediados de 1600, cuando, de manera
directa, asimilaron la atmósfera del barroco—. Más adelante, con la
fundación de la Academia de San Carlos en 1783, los novohispanos
pudieron convertirse en artífices de una nueva forma de ver el mundo.
Al crear su propia escuela y formar a sus discípulos con gustos y
preferencias específicas, los pintores de la Nueva España sentaron las
bases de una corriente que, sin prescindir del modelo europeo, encontró
una expresión particular que le daría personalidad propia.Demos, pues,
un vistazo a la pintura novohispana y revisemos los nombres de los
pintores que le dieron vida a los retablos que, entre muchos otros
lugares, engalanan la Catedral Metropolitana, la iglesia de Santa María
Tonantzintla en Puebla y la de La Profesa, que tiene una gran
pinacoteca.
Hoy
todas estas obras constituyen una parte importante del acervo pictórico
de nuestro país.Sebastián López de Arteaga, Luis Lagarto, Alonso López
de Herrera, Andrés de Concha, Juan Cordero, Francisco Antonio Vallejo,
José de Alcíbar y muchos otros son grandes artistas de la época en los
que no podremos ahondar en estas páginas, aunque no descartamos la
posibilidad de hacerlo en una futura edición.
Miguel
Cabrera (1695-1768)Miguel Mateo Maldonado y Cabrera es el nombre
completo de este artista que define mejor que ningún otro el quehacer
plástico de mediados del siglo XVIII. Fue pintor de cámara del
arzobispo de México y se le adjudican cerca de 300 obras. Su pintura
Nuestra Señora de Guadalupe llegó a la vista del papa Benedicto XIV
quien, admirado, exclamó que nunca antes en ninguna nación había
ocurrido un milagro como el del cerro del Tepeyac, en la Nueva España,
lo que convirtió a Cabrera en el pintor de cabecera de la
Guadalupana.También destacó en el género del retrato, pues no se
limitaba a la aplicación de fórmulas conocidas, sino que, a pesar de
ellas, proyectaba a los sujetos y pintaba su individualidad. Sus
magníficos retratos de las monjas Sor Juana Inés de la Cruz, Sor
Francisca Ana de Neve y Sor Agustina Arozqueta son tres homenajes a su
intelecto, belleza y obra. Otros retratos importantes son: Doña Bárbara
de Ovando y Rivadeneira y su ángel de la guarda, Doña Luz de Padiña y
Cervantes —que se encuentra en el Museo de Brooklyn— y Fray Toribio de
Nuestra Señora, entre otros.
Juan
Correa (1645-1716)Originario de la ciudad de México, es uno de los
pintores más destacados de finales del siglo XVII y principios del
XVIII. De ello da cuenta su obra en la sacristía de la Catedral
Metropolitana, que sería suficiente para acreditarlo como una figura
indiscutible.Uno de sus trabajos más asombrosos es el llamado Asunción
y coronación de la Virgen; realizaba obras tanto de temas religiosos
como profanos, pero su trabajo pictórico es mucho más extenso: dos
colaterales en la iglesia de San Pedro y San Pablo y el Apocalipsis lo
prueban. Correa fue un novohispano que defendió siempre la figura del
pintor para ser calificado como un artista.
La familia Echave
Baltasar
de Echave Orio (1558-1623), vasco de nacimiento, llegó a México en
1573. Su formación estética se cimentó en los rescoldos del
renacimiento, por lo que pronto acusó la influencia del manierismo
florentino. Ejecutó muchas obras importantes en conventos e iglesias,
entre las que se encuentra el espléndido retablo de Santiago de
Tlatelolco, pintado en 1609.
Baltasar
de Echave Ibía (h. 1600-1644) fue el segundo de tres generaciones de
pintores con el mismo nombre. Cobijado siempre bajo la fama de su padre
y su hijo es, sin embargo, el más representativo de los tres, dado el
momento histórico y la influencia manierista que ejerció en la Nueva
España. Tenía cierta predilección por las tonalidades azules, de lo que
es una muestra excepcional la Inmaculada Concepción.
Baltasar
de Echave y Rioja (1632-1682) nació en la ciudad de México y fue una
importante figura del barroco en la Nueva España. Su producción
artística se caracterizó por una pincelada suelta que brindaba la
sensación de movimiento a sus obras, como en El martirio de San Pedro
Arbués y El entierro de Cristo. Fue el último de la dinastía y supo
mantener el prestigio, al tiempo que acrecentó el acervo familiar de
los tres prolíficos artistas.
José
de Ibarra (1688-1756)Fue alumno de Juan Correa y tuvo influencia de
algunos de los mejores pintores de la época, lo que lo convirtió en uno
de los más famosos y fecundos artistas del virreinato. Se dice que era
un pintor de dibujo fácil, aunque su Autorretrato muestra un trabajo de
mayor brío.Al igual que sus colegas contemporáneos, se dedicó a la
pintura religiosa, en particular en la Catedral de la ciudad de México,
con el retablo de la capilla de la Purísima Concepción. En la Catedral
de Puebla realizó La Inmaculada, La Asunción, La invocación de María
por Jesús Niño y la Adoración del Santísimo Sacramento, obras que se
encuentran situadas en torno del coro. En la capilla de San José, del
noviciado jesuita de Tepotzotlán, realizó el Patrimonio de San José, el
Tránsito de San José y La huida a Egipto.
Los hermanos Rodríguez Juárez
Nicolás
Rodríguez Juárez (1667-1734) fue miembro de una importante dinastía de
pintores novohispanos, bisnieto de Luis Juárez, nieto de José Juárez,
hijo de Antonio Rodríguez y hermano de Juan Rodríguez Juárez
(1675-1728). Su principal actividad era el sacerdocio, pues se inició
en las labores religiosas luego de quedar viudo, lo cual explica
cabalmente la diferencia en la calidad de las obras de su primera etapa
y las que firmó al final de su vida, trabajos de mucho menor cuidado y
de hechura más débil. Su primera obra, firmada en 1690, es el Profeta
Elías. También destaca el Retrato del niño Joaquín Manuel Fernández de
Santa Cruz.A su hermano Juan se le considera un artista con conciencia
nacionalista, pues si bien nunca descuidó los temas religiosos,
imprimió en sus obras un sentido de pertenencia. Como todo artista de
la Nueva España, dedicó algún tiempo a los retratos, entre los que
destacan su Autorretrato y el del Arzobispo José de Laciego. De suma
importancia resulta también el lienzo que pintó para el Retablo de los
Reyes de la Catedral Metropolitana: Adoración de los Reyes —que es
posible apreciar en una escena de la cinta Enamorada (1946) de El Indio
Fernández, dentro de la Capilla Real de Cholula.
Cristóbal
de Villalpando (h. 1649-1714)Se le considera uno de los pilares de la
pintura colonial y «el pintor por excelencia» de la etapa barroca en la
Nueva España. Sumamente prolífico, nació en la ciudad de México y se
dedicó a expresar su arte principalmente en composiciones monumentales,
en las que es notoria su evolución: desde el uso de tonos oscuros y
sombríos hasta la aplicación de colores de enorme luminosidad, como en
Apoteosis de la eucaristía, realizada en 1688 para la Catedral de
Puebla.
Si bien la pintura de la Nueva España, según sus críticos, se dedica a la copia de grabados y no goza de originalidad, debe enfatizarse que lo que se encuentra en los retablos no es la personalidad del artista, sino la habilidad de un artesano. Además, es necesario recordar que el ansia por ser original no era una finalidad en aquellos tiempos; el profundo respeto por las tradiciones impedía a los pintores desviarse de los modelos consagrados. Aun así, el arte novohispano es un fiel retrato de una sociedad que comenzaba a salir del cascarón.
1 El manierismo se desarrolló principalmente en Italia, desde 1520 hasta finales del siglo XVII, cuando se inauguró el barroco. Comenzó a llamárseles manieristas a aquellos artistas que pintaban «alla maniera di…» —«a la manera de…»— los grandes: Miguel Ángel, Leonardo da Vinci o Rafael.