Macacos ansiosos y macacos culturales
Macacos ansiosos y macacos culturales
Unos estudios recientes nos hablan de las similitudes entre los macacos y los humanos.
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¿Estamos hechos de una sustancia especial y distinta a la de los
otros animales que pueblan este mundo? Si nos referimos al ADN o a las
proteínas tenemos que decir que no, incluso compartimos el mismo código
genético con la alcachofa o la babosa. Sin embrago creemos que nuestros
sentimientos o nuestra capacidad de tener cultura son únicos.
En los últimos días ha habido un par de resultados que nos recuerdan,
una vez más, que la distancia entre nosotros y otros animales parece
más cuantitativa que cualitativa. Uno habla la determinación genética a
la hora de tomar riesgos sociales y otro de una cultura de manipulación
de piedras que pasa de generación en generación.
En el primer resultado que vamos a ver se ha podido comprobar que
una forma especial de serotonina controla el comportamiento social de
los macacos rhesus y podría proporcionar a los investigadores
un nuevo modelo para el estudio del autismo la ansiedad o la
esquizofrenia. Tanto los humanos como los macacos son primates y
comparten este rasgo genético.
El grupo de Michael Platt en Duke estudió la ansiedad social y
comportamiento en dos grupos de monos con variaciones en el gen que la
serotonina. Los humanos portan dos versiones o alelos de este gen:
largo o L y corto o S. Algunas personas tienen dos versiones iguales y
otras una de cada. Se sabe que estas últimas sufren una mayor
incidencia en el padecimiento de la ansiedad social y otros
comportamientos. En Europa, por ejemplo, hay un 48% con S-L, un 36% con
L-L y el resto es S-S. El alelo S es más frecuente en las poblaciones
de Asia.
En los experimentos con estos monos los investigadores vieron que la
versión corta de este gen influye sobre su capacidad de tomar riesgos
cuando se enfrentan a determinados estímulos sociales. Esto se
interpretaría como un reflejo de la inducción al estado de miedo
emocional que frecuentemente hace que en humanos se tenga aversión al
riesgo.
En los experimentos se observó cómo los monos con distintos alelos
respondía a los castigos o recompensas sociales. Los monos con una
copia S gastaban menos tiempo mirando imágenes de caras y ojos de
semejantes, eran menos propensos a mirar fotos de monos con alto
estatus y tomaban menos riesgos sociales.
Recordemos que tanto en monos como en humanos los rostros y ojos son
una fuente muy rica de información social y en ambas especies se tiende
a mirar a las caras de los semejantes.
Los rhesus viven en sociedades despóticas en las que se hay comportamientos de sumisión y dominación.
En humanos la gente con la versión corta del alelo suelen tener
amígdalas hiperactivas, una parte del cerebro relacionada con la
detección de amenazas en el ambiente. En autistas sucede lo mismo.
En el segundo experimento se preparaba a los monos con fotos de macacos
de alto estatus. Aquellos del tipo S-L tendían a elegir un volumen fijo
de zumo en lugar de elegir la posibilidad de tener más o menos. Eran,
por tanto, menos propensos a tomar riesgos. La foto de esos monos les
producía miedo.
En el tercer experimento se premiaba a los monos con zumo que podía
tener o no una imagen. Ésta podía ser una cara de un mono de bajo
estatus, de alto estatus, genitales femeninos o un cuadrado gris. Los
monos S-L tenían que ser pagados para ver la imagen de monos
dominantes, mientras que los L-L pagaban por ver estas caras.
La sensibilidad a las amenazas sociales es útil de varias maneras, ya
que el éxito dentro del grupo social depende de aprovecharse de las
oportunidades y de evitar los posibles daños.
Las variaciones genéticas en la función de la serotonina contribuirían
a la recompensa social y al castigo en los macacos y esto conforma los
comportamientos sociales, tanto en macacos como en huamnos. Este
estudio confirmaría que los macacos rhesus podrían servir como modelos de lo que ocurre en nosotros, según Karli Watson.
En el segundo estudio se ha podido ver cómo otra especie de macaco
mantiene comportamientos culturales de generación en generación. Algo
que daría pistas sobre la evolución de la cultura humana.
Durante 30 años los científicos han estado estudiando la capacidad de
manipular piedras de los macacos japoneses. Ahora Michael A. Huffman,
Charmalie A.D. Nahallage, y Jean-Baptiste Leca del Instituto de
Investigación de Primates de Kyoto (Japón) han evaluado el aprendizaje
social que muestran estos macacos en la manipulación de piedras. Un
comportamiento que pasa de los más viejos a los jóvenes desde que
empezó a observarse por primera vez en 1979. Frotan unas piedras contra
otras, aporrean con ellas superficies duras, las recogen, abrazan y
acarrean, las hacen rodar, las lanzan…
Los científicos encontraron, por ejemplo, que la proximidad a la madre
de una cría tiene un gran impacto sobre esta última en la adquisición
de estos comportamientos. Las crías cuyas madres exhiben la
manipulación de piedras pasan más tiempo con su madre durante los
primeros tres meses de vida y participan en la manipulación de piedras
más pronto que otras crías.
Estos hallazgos sugieren que la manipulación de piedras por parte de la
madre captura la atención de las crías y como resultado las crías
adquieren este comportamiento antes que otras.
Además la manipulación de piedras cambia en cada generación según
macacos individuales contribuyen con su propio patrón de manipulación,
añadiéndose incluso nuevos comportamientos como el lanzamiento de
piedras. La aparición de este último y único comportamiento podría
servir para aumentar el efecto de los despliegues de intimidación,
según los autores.
Este tipo de estudios podría arrojar luz sobre la evolución de las herramientas de piedra en los primeros homínidos.
Nota de prensa.
Noticia en psychologicalscience.
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